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Somos habitantes del Valle de Punilla que estamos comprometidos con el medio ambiente de nuestra región. Hasta el momento nuestro primer objetivo es proponer un proyecto de tratamiento responsable de nuestros residuos, evitando que se instale en nuestra región La Central de basura que propone el Gobierno Provincial como alternativa de los basurales a Cielo Abierto

DURABILIDAD PARA REDUCIR RESIDUOS. EL ACTO DE CONSUMIR

   

 Prolongar la vida útil de las cosas es la mejor forma de reducir los residuos que ahora se amontonan en nuestras casas, calles y vertederos. Es cierto que cuando un material ha terminado su vida útil es preciso reciclarlo, pero también es cierto, y es necesario, que la vida útil de las cosas sea lo más larga posible.

Es cierto que cuando un material ha terminado su vida útil es preciso reciclarlo, pero también es cierto, y es necesario, que la vida útil de las cosas sea lo más larga posible. En este campo, como en muchos otros, además de contribuir a que las administraciones públicas realicen su labor específica, la ciudadanía dispone de un poder directo que ha de utilizar. Somos las personas, las consumidoras y los consumidores finales, quienes compramos y consumimos, quienes elegimos y decidimos. 

El acto de consumir

El acto de consumir no es nunca un acto sin importancia, aunque a veces lo tomemos por rutinario. Es un acto con multitud de significados y que hace resaltar, entre otros elementos, la uniformidad mundial del consumo, nuestras similitudes con los consumidores de Londres, Estocolmo o Las Vegas. No, porque sociológicamente nos parezcamos, porque hayamos tenido una educación similar o unos condicionantes parecidos.
No. Nada de eso. Simplemente es que tenemos a las mismas transnacionales suministrándonos los mismos productos. Y dichas multinacionales, aquí y allí, allá y acá, tienen el mismo objetivo: hacernos consumidores de sus productos. Productos que están condicionando nuestra vida, nuestro comportamiento,... incluso nuestro futuro y el futuro de las generaciones venideras. Aparecemos unidos por nuestras ropas, nuestra alimentación, nuestros automóviles, nuestras bebidas,... unidos por las marcas, por el símbolo. Hay una cultura del consumo que sólo beneficia a las multinacionales, y nosotros sólo somos obedientes.
La imagen globalizadora de lo que hemos de ser, debemos vestir, tenemos que comer,... ya está aquí. El acto de consumir es una actitud ante la vida, es un acto concordante con nuestra concepción del mundo, es un acto político.
En este sentido está creciendo un sólo mundo, dentro de nuestros múltiples mundos. Podría pensarse que estoy hablando de la globalización económica. No. No trato sobre esa globalización de grandes alturas, estoy examinando la globalización de nuestros comportamientos diarios, esa globalización de a pie,... la globalización de nuestros hábitos de consumo.
Hábitos y costumbres que han ido cambiando. De comprar diariamente pasamos a comprar una vez a la semana o al mes, de comprar ropa con la etiqueta por dentro pasamos a comprar ropa con la etiqueta por fuera, de comprar a granel y en pequeñas cantidades, a comprar envasado y en grandes cantidades, de comprar lo de aquí, a comprar lo de allí... Nuestras costumbres han variado y sin querer, y sobretodo sin saber, nos hemos convertido en seres iguales al resto de los europeos, iguales a los americanos, iguales a los japoneses,... En este aspecto sí que podemos decir, con cierto sonrojo, que somos ciudadanos del mundo, ciudadanos de "este mundo".
Ahora bien, el consumo de mercancías no siempre contribuye al bienestar, a veces lo empeora (1). Muchas veces el consumo responde a unas necesidades ficticias y son estas las que ha llevado a una dinámica de consumo compulsivo. Un modelo de consumo animado por una cultura donde la competitividad y la apariencia reinan en cualquier rincón de nuestro alrededor. Un tipo de vida que obliga a consumir cada vez más productos, no siempre necesarios, para lograr una mejor "calidad de vida". Para ello no sólo se crean necesidades absurdas a través de la publicidad, sino que las transnacionales se ocupan de que esas necesidades se vayan renovando de forma regular.
Por un lado buscan que no nos cansemos, que no nos aburra el producto, y por otro lado planifican el rápido deterioro del producto para obligarnos a tirarlo y reponerlo en plazos que cada vez van siendo más cortos (2).
Esta forma de consumir es el camino más recto para acabar con los recursos naturales en breve plazo. Esta forma de consumir, implica, al mismo tiempo, una gran libertad para las grandes empresas transnacionales pues pueden establecer los centros de producción donde quieran, y desplegar luego medianos o pequeños centros de distribución cerca de los mercados de consumo.
Al tener grandes facilidades para elegir la ubicación de sus centros productivos, las multinacionales, evidentemente, eligen lugares donde la mano de obra es más barata, donde los impuestos son más bajos, donde reciben ayudas, complementos o subvenciones que mejoran substancialmente los rendimientos financieros,... Las empresas transnacionales, del primer mundo habitualmente utilizan y se aprovechan de las sociedades en desarrollo.
Las marcas están en todos los sitios, las fábricas en ninguno. Las fábricas golondrinas (3), como las llama Naomi Klein, están hoy en México y mañana en China. Si los trabajadores se organizan sindicalmente para tratar de superar situaciones de trabajo en circunstancias lamentables y de esclavitud, se van a otro sitio, si un movimiento social u organización no gubernamental las ha denunciado por contratar niñas o niños, se van a otra parte.
Siempre encuentran gobiernos que miran para otro lado, incluso gobiernos que se ofrecen para lograr que esas fábricas golondrinas se posen en sus tierras. Por eso según como compramos estamos ayudando o estorbando a que esta situación continué. Muchas veces, se trata de empresas que no tienen fábricas, que no tienen trabajadores,... sólo tienen anuncios, publicidad,... sólo tienen marcas.
Esta globalización de a pie, hay que rechazarla, contestarla día a día, no tenemos porque esperar a las grandes manifestaciones, ni a las elecciones, para expresar nuestros puntos de vista, podemos expresarla cada vez que vamos a comprar.


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